27 de julio de 2012

Iquitos, descubriendo la gran urbe de la selva peruana


Es curioso lo poco que nos ha costado acostumbrarnos al calor y al ritmo de Iquitos, una ciudad aislada del resto del Perú, a la cual sólo se puede acceder por avión o por el río. Una de las cosas que sorprende de esta ciudad son sus dimensiones. Iquitos, con sus más de 500.000 habitantes, es la segunda ciudad más grande de la Amazonia, y aunque no hay casi coches, por ella circulan 50.000 ruidosos mototaxis que con su barullo y movimiento le otorgan un carácter especial.

Lo más impresionante de Iquitos ha sido visitar Belén, un barrio periférico que se inunda cada año durante la estación de lluvias. Algunas de las casas de la parte baja están construidas sobre estructuras de madera y flotan cuando llueve, otras tienen la parte residencial directamente elevada sobre pilotes, a tres metros sobre el suelo. Pero luego están las casas de cemento de la parte más alta, que no flotan cuando la crecida del río las inunda. Solución: quitar todos los muebles y trastos de la planta baja, y dejar que entre el agua. A partir de ese momento la gente entra en sus casas en barca. Por eso, a pesar de las distancias, al barrio se le llama “la Venecia peruana”. Este año, entre enero y marzo, el río Amazonas ha tenido una espectacular crecida, lo que ha dificultado aun más la vida de mucha gente. Desde nuestro punto de vista, parece increíble que alguien decida vivir en un lugar que sabe va a estar inundado durante parte del año. Cuando le preguntamos a un guía que nos llevó a dar un paseo en barca por el barrio si la vida allí no era muy dura, nos contestó con una sonrisa que “la gente está acostumbrada”. 

De pasta de moniato nos quedamos cuando visitamos su casa, porque por no tener no tenía ni paredes, sino algún que otro trozo de madera y chapa. Y el lavabo, como el del resto de vecinos, es una pequeña caseta sobre el río, a donde va a parar todo a pesar de que las mujeres lo usan para lavar la ropa y algunos hasta pescan en él. Especialmente triste fue ver al padre, enfermo de un derrame cerebral, acostado sobre un catre en el suelo separado del resto de la estancia por una fina cortina. Esperamos que se recupere.

En las calles de este barrio se celebra cada día uno de los mercados más alucinantes que hayamos visto en la vida, el mercado de Belén. Los productos que tienen y cocinan son totalmente autóctonos: peces de río como doncellas, paiches o palometas;  caimanes (o “lagartos” como los llaman aquí), frutas exóticas como el aguaje, etc. En una de las calles están especializados en remedios naturales, y además de todo tipo de plantas, venden brebajes exóticos contra todo tipo de males (el 7 raíces) y afrodisíacos potentísimos como el SVSS (Siete Veces Sin Sacarla) o el RCN (Rompecalzones). Para quien quiera flipar en colores, recomiendan un viaje con ayahuasca, un potente alucinógeno que cada día está más de moda entre los viajeros y que aquí te venden para que te lo prepares tú mismo, aunque todo el mundo lo desaconseja sin la presencia de un buen chamán.

Alrededor de Iquitos y por toda la Amazonia proliferan los lugares en los que hacer ceremonias de ayahuasca guiadas por chamanes. Hay gente que decide pasar una semana en alguno de estos lugares y hacer varias ceremonias para purgarse de sus males y hacer introspecciones en uno mismo. Por lo que dicen, a través de alucinaciones de toda clase la planta te confronta contigo mismo y te indica el camino a seguir. Eso sí, durante la ceremonia es muy probable que vomites o defeques. En fin, es algo muy fuerte que nosotros no probamos pero que, si se hace, mejor hacerlo con un chamán reconocido y no con alguno de los cientos de charlatanes que deben proliferar por ahí. Conocimos a un italiano que nos contó que la experiencia alucinógena fue mucho más fuerte que cualquier ingesta de hongos, o un británico al que la ceremonia le sirvió para darse cuenta que debía replantearse la relación con su novia. También hablamos con un bielorruso que había dejado su vida como carpintero en Nueva York para trabajar y aprender en un centro que estudiaba cómo relacionar la ayahuasca con el psicoanálisis occidental y otras técnicas de meditación budistas. El chico ya llevaba más de 30 sesiones y nos pareció muy majo, tranquilo y cuerdo.

Volviendo al mercado, lo más sorprendente que vimos fueron las paradas donde vendían monitos (un monito a 20 €), guacamayos, tortugas o lagartos, todos ellos extraídos de la selva para convertirse en exóticos  animales de compañía o acabar en una sopa. Una salvajada que muchos turistas, aunque a veces con buenas intenciones, siguen fomentando cuando compran los animales para luego dejarlos en los centros de rescate y así “liberarlos”, sin darse cuenta que están alimentando la captura de estos pobres bichos para su posterior puesta en venta.

En Iquitos hay varios lugares especializados en la rehabilitación de animales que han sido rescatados o que los propios propietarios han entregado porque no les dejaban vivir. Los monitos frailes, por ejemplo, son terriblemente celosos, así que cuando se encariñan con un miembro de la familia atacan a todo aquel que se le acerca. Entre los lugares que visitamos está el Mariposario de Pilpintuwasi, donde además de criar mariposas tienen a animales rescatados como el mono inglés, el perezoso, el jaguar o el oso hormiguero. También fuimos a un centro de recuperación de manatíes, donde asistimos a las explicaciones de un motivadísimo voluntario, Jason, e incluso pudimos dar de comer a estos mamíferos acuáticos de cara bien curiosa.

Aparte de estas visitas en los alrededores, aprovechamos la estancia en Iquitos para degustar su gastronomía y probar las bebidas locales en los bares de la zona. Saboreamos los deliciosos chicharrones de pescado en Como en el Norte o diferentes tipos de riquísimo pescado amazónico y lagarto a la parrilla en el Mercado de Belén. Para despedirnos de la ciudad, fuimos con nuestros amigos alemanes Tobias y Chrisi a probar una gran variedad de chupitos amazónicos en el Palo Alto, muy popular entre los lugareños. Así, con gusto a pescado y a licores de frutas y hierbas, dejamos Perú después de más de 40 días de disfrute en este variado y espléndido país. 






A ver a ver, ¿qué toca escribir hoy? ¿Una carta de amor, un documento oficial?



Una marea de mototaxis, la estampa más habitual en Iquitos



Curiosa forma de colocar a los "peces prehistóricos" en el mercado de Belén



Patas de "lagarto" a la parrilla



El ajedrez, una buena manera de pasar el tiempo en una de las peluquerías al aire libre



Cruce de barcas en el barrio de Belén



Navegando entre las casas flotantes



donde la vida de desarrolla en el río



Más postales belenianas



Y aquí, un ejemplo de las casas sobre pilotes



Con los retretes en casetas sobre el río



En la humilde casa de nuestro guía



En algunas zonas no llega el camión de la basura



Más arriba, venden este mono fraile por el equivalente a 20 euros 



Siete Veces Sin Sacarla, eso promete este brebaje



Para comer, qué mejor que pescado amazónico a la parrilla



¿Qué tal un paquete de cigarros liados a mano?



El mercado se va acabando y llegan cientos de cuervos a por las sobras



una escena digna de Hitchcock



La hermosa vista del Amazonas desde el malecón de Iquitos



En el museo nos encontramos con decenas de estatuas de indígenas en tamaño natural



Se riza el cielo sobre el ex Hotel Palace



y luego todo se vuelve naranja



En el mariposario nos enseñan la postura de defensa de la mariposa buho



Y un oso hormiguero corretea libremente ante nuestros pies



El gato salvaje está triste entre rejas



Así reclama cariños el mono inglés



Y en el lago, acechan nuestros "queridos" lagartos



Con Chrisi y Tobias caminando por el apacible pueblo Padre Cocha antes de tomar la barca de vuelta a Iquitos



Al día siguiente damos de comer a dos inofensivos manatíes



Y en el parque y zoo de Quistococha observamos la agilidad de los monos araña



un jaguar retozándose



iguanas descansando



y un perezoso al que le cuesta muchísimo moverse e incluso abrir los ojos



Otra especie que se encontraba por allí



¿Y qué hacían estas tortugas en fila? Parece que jueguen a arrancar cebollas



Una bonita laguna en el parque



Conversando cara a cara con un guacamayo



Y a la vuelta, nos lleva a Iquitos un camionero junto a su primo policía y las dos hijas del último



Al amanecer, partimos hacia Leticia (Colombia)

 ¡Hasta la vista querido Perú!

2 comentarios: