10 de septiembre de 2012

El Salto del Ángel, una aventura con mayúsculas


Para ver el Salto del Ángel o la cascada más alta del mundo, de casi un kilómetro de altura, hay que alejarse de la civilización y emprender un largo viaje en avioneta y barco. Hasta aquí sabíamos lo que nos aguardaba. Lo que no esperábamos fue la riesgosa aventura que íbamos a experimentar en carne propia.

Desde Ciudad Bolívar, el punto de partida más habitual hacia el Salto del Ángel, hay que tomar una avioneta hasta Canaima, una comunidad indígena en medio del Parque Natural con el mismo nombre, que hoy vive exclusivamente del turismo. A nosotros nos tocó una avioneta de cuatro plazas para ir y una de seis para volver a la civilización, así que os podéis imaginar lo que se movía el aparatejo con el viento. Pero la verdad es que ni nos mareamos ni tuvimos ningún contratiempo.
Es más, las vistas del verde paisaje, salpicado de ríos y lagunas fueron preciosas desde el aire.

Una vez en Canaima, el primer día visitamos el lago y algunas de las enormes cataratas en las inmediaciones. Fue muy divertido caminar por dentro de las cascadas del Sapo y del Hacha, donde la cortina de agua que cae se ve y experimenta desde dentro, algo precioso.

Pero el punto fuerte, el esperado Salto del Ángel, se nos resistiría algo más. Para ir hasta allí debíamos navegar río arriba en una curiara o canoa de madera motorizada. Nos aconsejaron que metiéramos el equipaje en bolsas de basura negras que cerramos con un buen nudo y que nos lleváramos sólo la cámara y lo indispensable para el viaje, puesto que nos íbamos a mojar.
Así, con el chisporroteo del agua creado por la velocidad emprendimos el camino un grupo de 9 personas, nuestro guía Toni, el que llevaba el motor y un ayudante. A los 10 minutos tuvimos que bajarnos del barco para caminar durante otros 30, puesto que en el río había unos rápidos bastante peligrosos que la canoa debía hacer sin pasaje. Nos volvimos a montar después de la zona chunga y el viaje prosiguió divinamente, con unas vistas alucinantes hacia unos tepuyes en el horizonte. Pero la tranquilidad se vio interrumpida en un periquete, cuando vimos que delante de nosotros había un rápido que era más bien una cascada en miniatura. “¿Y eso lo vamos a subir río arriba en este bote?”, pensamos muchos para nuestros adentros, pero como la curiara seguía recta hacia allí y ellos son los expertos, no dijimos ni mu.

Pues efectivamente, no cruzamos el obstáculo. La curiara se metió de llenó en la cascada. Los de delante vieron una ola amarilla sobre ellos; los de detrás, después del remojón, vimos que el agua cubría la canoa entera. Xavi dice que vio a Mariona con el agua hasta el cuello. Total, que antes de que se hundiera la barca tuvimos que tirarnos al río mientras la canoa se volteaba. Xavi logró llegar pronto a la orilla y se afanó en rescatar a una de las chicas y algunos bultos que por ahí pasaban. Mariona tardó algo más en salir, empeñada en no perder las chanclas después de que las gafas de sol se hubieran ido con el río. A otras personas, como a una madre y su joven hijo, la corriente les llevó más lejos. Los que se aferraron a la canoa también siguieron río abajo, hasta desaparecer de nuestra vista. Por suerte todo quedó en un buen susto y pronto todos pudieron ser rescatados. Pero eso sí, los chalecos salvavidas que llevábamos puestos fueron absolutamente determinantes para que no hubiera que lamentar pérdidas.

También fue increíble que gracias a las bolsas de basura negras pudiéramos recuperar casi todo el equipaje, que sólo quedó algo humedecido después de haber caído y nadado en el río. El ordenador del trabajo de Xavi sobrevivió al naufragio, aunque ahora algunas letras no funcionen y parece que haga millones de faltas de ortografía. La Blackberry de Xavi y la cámara de Mariona, que llevábamos en una bolsita de mano, fueron encontradas al darle la vuelta a la curiara y de momento nos han dicho adiós.

Durante casi cinco horas estuvimos esperando en una playa de piedras a que los chicos de la canoa volvieran al pueblo a remo para buscar otra barca y venirnos a rescatar. Allí estuvimos comentando la jugada entre todos, mientras los aparatos electrónicos, desmontados, se secaban al sol. El guía reconoció que la canoa era demasiado pequeña para todo el grupo y que la habían intentado cambiar antes de salir, pero que no había sido posible. A pesar de la explicación, en todo momento la reacción del grupo fue memorable. No hubo quejas ni lamentos, sino un buen humor y un optimismo envidiables. Ya no daría tiempo de ir hasta el Salto, así que había que volver a Canaima para intentarlo de nuevo al día siguiente.

Volvimos al campamento de Tiuna Tours en Canaima por la tarde, y la chica responsable no salió ni a recibirnos. Cuando el guía nos comentó que debíamos dormir en hamacas esa noche, la furia se desató entre el grupo, y montamos un buen pollo hasta que nos buscaron otra posada para dormir. Había que descansar, pues al día siguiente íbamos a volverlo a intentar, eso sí, con la condición de pasar andando por el tramo del accidente.

Y sí, a la segunda fue la vencida. El salto en cuestión lo evitamos andando durante cinco minutos, pero luego vinieron decenas de saltos más. Más pequeños, todo sea dicho, pero no por ello exentos de peligro. Desde luego que el trayecto río arriba, de cuatro horas, primero por el río Carrao y luego por el río Churún, más negro y más estrecho, es algo impresionante. El paisaje, cambiante y siempre sorprendente, con selva, playas, piedras y tepuyes de formas insólitas en el horizonte, es de una belleza extrema, mientras que la experiencia en el río, con sus rápidos y numerosas zonas de poca profundidad que hay que evitar, resulta de lo más emocionante. Los chicos que conducen la canoa se lo saben de memoria y se juegan el tipo cada día durante la navegación.

Y así llegamos hasta la zona de campamentos del Salto del Ángel, donde por la tarde hicimos una excursión por la selva para llegar al mirador de este gran chorro de agua que se evaporaba antes de tocar el suelo. Las vistas al tepuy y a la cascada desde el lugar donde dormimos nos parecieron todavía más alucinantes. Desde luego, a pesar del naufragio, había valido la pena llegar hasta allí para disfrutar de una excursión arriesgada, pero con algunos de los paisajes más increíbles que hemos visto en la vida.

Por cierto, a la vuelta en la curiara cayó el diluvio universal y nos mojamos de arriba abajo sin necesidad de meternos dentro del agua, pero la crecida del río facilitó la navegación y hasta pasamos el temido salto del accidente sin necesidad de hacer el tramo andando.

Mención aparte merece también la pésima respuesta de Tiuna Tours después del accidente, cuya responsable se lavó las manos cuando reclamamos una compensación por la cámara perdida. Todo lo contrario que Connexion Tours, con quienes habíamos contratado el paquete en Ciudad Bolívar, que a pesar de no tener ninguna culpa, nos pagaron una cámara nueva y en todo momento nos trataron con cariño y comprensión. 



En nuestro Air Force One versión miniatura, entre emoción y cague



Desde el aire entendemos porqué no podemos ir por tierra



Con la selva a nuestros pies y tepuyes de fondo



Llegamos a Canaima, donde nos esperan las cascadas del lago



Primera prueba, ¡superada!



¿Será verdad que nos podemos meter dentro del Salto del Hacha?



Primero nos adentramos en el Salto del Sapo



donde hay un fantástico paso detrás de la cortina de agua



Llegamos hasta el otro extremo 



Pero cunado llegamos al Salto del Hacha, todavía es más espectacular, 
pues la cantidad de agua es impresionante



a la entrada del salto, hechizados por la fuerza del agua



Hacemos tiempo en la playa de Canaima antes de zarpar hacia el Salto del Ángel



Iniciamos el viaje con los tepuyes de fondo



Última foto antes del naufragio


A partir de ahora las fotos son tomadas por nuestro amigo Gerel, a quien agradecemos enormemente que nos las haya mandado tan rápido



La playa donde esperamos el rescate, y al fondo, el salto del accidente




El famoso Salto del Ángel, ha costado llegar pero aquí estamos



Los supervivientes del naufragio 



Las vistas opuestas al Salto también son magníficas





Y las mejores de todas, las que había desde el campamento



Ha valido la pena llegar hasta aquí y amanecer frente a este mágico lugar

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